miércoles, 13 de octubre de 2010

Segundas oportunidades.


       
        A la semana de estar en Madrid encontré un trabajo de interna en Majadahonda  para cuidar a un niño de tres años. La señora parecía muy amable y me ofreció un seguro médico, arreglarme los papeles y medias pagas en julio y diciembre. Pero no cumplió nada. Me decía que había presentado los papeles y que ahora tocaba esperar, pero me di cuenta de que me estaba engañando pues nunca me pidió ningún documento.

        Del sueldo en dos meses solo me pagó una cuarta parte. Me dijo que me debería de conformar con eso, que menos da una piedra, y que no me daba el resto porque estaba de ilegal.

        A pesar de la humillación que tal hecho me había producido, decidí seguir con el trabajo. En la urbanización donde trabajaba me encontré a otra ecuatoriana con la que coincidía cuando paseaba al niño. Poco a poco nos hicimos amigas y le contaba todo, incluso que apenas me daba de comer. Me animó a seguir un poco más hasta encontrar otra cosa y que tuviese mucho cuidado, que hablaría con su jefa a ver si podía ayudarme.

        A los pocos días, y gracias a la jefa de mi amiga, conseguí otro trabajo para cuidar dos niños como interna y me marché. Las cosas cambiaron, era una familia buena y generosa, y me trataba muy bien. De hecho, me arreglaron los papeles, aunque no sirvió de nada puesto que tenía que volver a mi país a por el visado.

        ¡Yo no contaba con esto! ¿Y si regresaba  a mi país y luego no podía volver? Además es que mis padres no iban a poder costeármelo.

        Decidí informarme a conciencia de todo antes de que cundiera el pánico. Estaba convencida de que tenía que existir una alternativa a volver a mi país, y que lo único que me alejaba de ella era la desinformación. Sin quererlo me topé con una Ley que exponía que los emigrantes que hubieran entrado en España antes de una fecha determinada, podrían legalizar su situación sin tener que viajar a su país de origen.
        No había pasado ni un mes cuando conseguí poner mis papeles en orden a través de UGT, y por supuesto,  gracias a la ayuda de la familia.

Desengaño VS buenas intenciones. ¿Hasta cuándo?


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