Me acuerdo que el primer día llegué tarde a clase. ¿Cómo podía ser tan grande todo aquello? Me salvó que no fui la única, sino mi vergüenza se hubiera multiplicado por tres.
La gente se mostraba agradable y despreocupada. Nadie conocía a nadie salvo dos o tres, y todo el mundo hablaba con todo el mundo. Pensé que por ser de otro país, de primeras iban a tenerme más rechazo. Sin embargo todo lo contrario.
Desde el primer día me hice muy amiga de otra chica ecuatoriana, Catalina. Cogimos mucha confianza y nos estuvimos contando las respectivas experiencias desde que dejamos nuestro país.
Me ofreció si quería vivir con ella, compartía piso con otras dos chicas más. La verdad es que pagaban poco, y el piso estaba muy cerca de la facultad, pero pensé que lo más sensato era seguir estando de interna con la familia hasta que encontrara otro trabajo.
A los pocos días, recibí una carta. Era una citación para comenzar a trabajar en una empresa de limpieza. El horario era de 8:00 a 14:00, y aunque iba un poco justa de tiempo, tenía el necesario para comer algo e ir a clase, que empezaba a las 15:30.
El sueldo no era gran cosa, pero sí el suficiente como para independizarme un poco y ahorrar algo para seguir enviándole dinero a mis padres.
Se lo comuniqué a la señora y dijo que buscaría a alguien en ese tiempo para que cuidase a sus hijos, que no me preocupara. Que estaba muy contenta conmigo pero que no quería que desperdiciara la ocasión de estudiar enfermería que al fin y al cabo era la meta que me había fijado al salir de mi país.
Hablé enseguida con Catalina, y tan pronto como fue posible me trasladé al piso compartido. Me emocioné mucho cuando me despedí de la familia. Había estado solo dos meses trabajando para ellos pero les había cogido un cariño enorme. Me desearon lo mejor, y con una sonrisa de oreja a oreja y un par de lágrimas, la despedida fue un hecho.
Trabajo nuevo. Gente nueva. Piso nuevo. ¿Y si todo esto no sale bien?
Qué alegría me da leer todo esto, pese a todas las dificultades por las que has pasado parece que por fín la vida te sonrie y todo va encarrilandose...
ResponderEliminarSi sigues siendo simplemente tú, la gente te va a querer, estoy seguro de que tus compañeras de piso te ayudarán mucho a adaptarte a la disparatada vida madrileña... ¿por qué no iba a salir bien?
Cuidate mucho!!